El misterio de las
´olas asesinas ´
La imagen del Mediterráneo como un mar
plácido y a salvo de las grandes tormentas del océano abierto saltó por
los aires el pasado miércoles cuando “tres olas consecutivas” de más
de nueve metros de altura barrieron literalmente uno de los salones de
proa del crucero
“Louis Majesty”
a 25 millas del cabo de Begur, en la Costa Brava. Dos turistas
fallecieron por el impacto de los cristales y mamparas arrastradas por
la fuerza de una de las olas y otras dos resultaron heridas, una de
ellas de gravedad.
Aunque en la zona que atravesaba el buque se había desatado un fuerte
oleaje- la boya ubicada en el Golfo de Roses (Gerona), a más de siete
kilómetros de distancia de la costa, registró olas superiores a los 6,5
metros de altura entre las 19.00 y 20.00 horas del miércoles-, la
magnitud del impacto y a la altura en que se produjo hacen pensar en
una ola de mayores dimensiones que la apuntada por la empresa
propietaria del buque.
La investigación abierta deberá determinar si se trató de una ola
“gigante” como las que parecen estar detrás de algunos naugrafios en el
Mediterráneo. Un fenómeno que sirve, a veces, para explicar lo
inexplicable y al que los pescadores, más acostumbrados a lidiar con
la tragedia, aluden en ocasiones como el “golpe de mar” responsable de
que se hunda un pesquero cuando reina la calma.
Por el momento, el Instituto Geológico Nacional (IGN) ya ha descartado
una de las posibles causas de la creación de una ola gigante: un
terremoto. “El miércoles no hubo temblores reseñables ni el área del
naufragio ni prácticamente en todo el Mediterráneo occidental. Si
quiere información tendrá que dirigirse a Marina Mercante”, aseguró un
portavoz de este organismo, responsable de registrar todos los seísmos
que son percibidos por los sismógrafos en España.
Origen incierto
Las olas gigantes fueron consideradas hasta hace muy poco como un mito,
uno más de los muchos que todavía acompañan a la vida en el mar. Los
marineros hablaban de extrañas olas que a veces surgían como muros de
agua incluso en dirección distinta al oleaje y en mares calmados. Sin
embargo, el 1 de enero de 1995, la plataforma petrolífera “Draupner”
registró una ola de 18,5 metros de altura en el Mar del Norte. El mito
terminó y comenzó la ciencia. Ese mismo año, frente a las costas de
Santander se registró una ola de 26,13 metros, equivalente a un
edificio de 8 pisos…
Según los expertos se han identificado tres tipos diferentes de olas
gigantes: las “murallas de agua” que pueden viajar decenas de
kilómetros antes de deshacerse; las “tres hermanas”, se forman de tres
en tres y coinciden con la descripción de los tripulantes del “Louis
Majesty”; y las “solitarias”, que se generan durante una tormenta y
pueden ser hasta cuatro veces más grandes que el resto de las olas a
las que acompañan.
Los científicos hablan de “trenes de olas” en las que las que las ondas
que vienen por detrás van montando sobre sus predecesoras hasta sumar
altura y energía en una ola “monstruosa”.
Recientes investigaciones han identificado la existencia de áreas
marinas donde es más probable la ocurrencia de estos episodios. Los
lugares más propicios serían zonas costeras donde hay bruscas
variaciones en la profundidad de las aguas y en las que existen
fuertes corrientes marinas. La descripción coincide con el lugar donde
navegaba el crucero y también con amplias zonas del mar balear y
valenciano.
En estas condiciones, las olas pueden encontrar un corredor en el
concentrar su energía como ocurre con los haces de luz cuando
atraviesan una lupa.
La investigación sobre este fenómeno continua abierta y la Unión
Europea financia un programa específico. Se estima que en las últimas
décadas las olas asesinas averiaron o hundieron a unos 200 buques de
más de 200 metros de largo y que 540 marinos perdieron la vida.
“Se genera en un instante y desaparece”
“Se trata de un fenómeno poco frecuente y
difícil de precisar ya que se da en un instante y desaparece”, explica
el director del Laboratorio de Ingeniería Marina de la Universitat
Politècnica de Catalunya (UPC) doctor Agustín Sánchez Arcilla. El
temporal que azotaba la costa catalana el pasado miércoles “era
importante pero no excepcional, aunque tenía unas características poco
frecuentes”: precisamente, grupos de olas grandes y regulares, explica
Sánchez Arcilla.
No los causaba el viento sino el mar de fondo generado por la
incidencia de una tormenta lejana. Científicamente, pues, cabe la
posibilidad de que se dé una ola anormal. De hecho, la boya de medición
de oleaje del cabo de Begur registró olas individuales de 10 metros. La
altura de una ola anormal es relativa; se considera anormal una ola
extremadamente alta en medio de olas que ya son extremas.
De ahí se deduce que el golpe de mar que sacudió el crucero superaba
ampliamente esa altitud. Cuando el oleaje está causado por el viento la
regularidad de los golpes de mar es menor y el riesgo de olas extremas
también baja. Muchos de los accidentes en alta mar se pueden atribuir a
olas anormales, explica Sánchez Arcilla, “lo que pasa es que no hay
nadie mirando para explicarlo”.
De hecho, explica el doctor Sánchez, hasta hace pocos años los
registros extremos inscritos en las boyas se borraban porque se
consideraban un error.